Llega el verano y todos, cuando somos pequeños, nos acordamos del frigodedo, de las piscinas municipales, de los castillos de arena de cubos y palas. Nos acordamos del sol sobre la sal mojada de nuestra piel, de los balones, de las colchonetas hinchables, de las toallas, del olor a crema, de las gorras… Sin embargo, cuando comenzamos a crecer, nos acordamos de la vida. De cómo pasa el tiempo, de en esta playa venía con mis padres, de esta toalla es la que me compró mi madre en Don Algodón, de aquí veníamos con mesas y sillas y nos comíamos el aperitivo con refrescos.

Inevitablemente, nos acordamos de la vida, de todo aquello que hemos vivido, de la nostalgia de ir los domingos a la playa con nuestras familias, de correr de un lado para otro y mojarse. De sentarte a comer jadeando de cansancio y con ansia de devorar lo que hay en la mesa de plástico azul. Las cosas han cambiado, y ahora hemos dejado atrás las mesas y las sillas en el maletero, las colchonetas siempre terminaban pinchándose y los helados sientan mejor sin arena, y ahora nos vamos con dos toallas y una botella de agua gigante. Simplificamos. ¿Por qué si simplificamos en lo práctico de la vida diaria, nos complicamos tanto en nuestro interior? Parece que cuantos más objetos eliminamos, más líos añadimos en nuestra mente.
Y llegan las noches donde el bochorno abruma y comenzamos a pensar que si hubiera hecho esto y no lo otro, habría sido mejor. Que qué estaré haciendo con mi vida que parece que nada sale bien. Que cuál es el siguiente paso, qué es lo que me han dicho que haga y qué es lo que quiero hacer. Y comienza un viento huracanado que hace temblar las paredes del corazón y mezclan más los sentimientos que van y vienen y se convierten en una enredadera que, a veces, oprimen los bombeos.

Y cometes errores y maldices la hora, los minutos y los segundos en que pensaste que era una buena idea. Decides ser valiente y saltar, porque es lo que siempre te han dicho, que los valientes saltan, y se van y corren. Y entonces piensas, ¿quedarse es de cobardes o están siendo valientes de otra forma? Y me dan ganas de coger todos los bártulos playeros, irme a la playa, montar un aperitivo y mandar a la mierda la complejidad. Tardaré más en recoger, pero menos en aclararme.
Pero al fin y al cabo, la vida es crecer, dejar de hacer cosas que te divertían cuando eras un niño y despejar la X para comenzar a tomar decisiones, aunque nunca es tarde para volver a construir un castillo de arena.

Daniel Sánchez
*Si aún no tienes un ejemplar de mi libro, puedes comprarlo en este enlace: https://www.postdataediciones.com/producto/y-en-enero-primavera/
¡Qué recuerdos me ha traído tu entrada, Dani! De veranos despreocupados, juegos y mucha playa.
Y tienes razón, nunca es tarde para hacer un castillo de arena, para simplificar en el interior y dejar de complicarnos… Aprendamos más de los niños 🙂
¡Un beso enorme!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sin duda! Cuando llega el verano, siempre me vienen esos recuerdos! A veces hay que hacernos más simples por dentro y más trastos por fuera.
Gracias por leer! Un besazo!! 🙂
Me gustaMe gusta