Estamos tan acostumbrados a que las cosas nos vayan mal, que cuando comienzan a ir bien, no te lo terminas de creer del todo. Y empiezas a pensar que en cualquier momento, todo se puede desmoronar como antes de que fuera todo a ir bien. O que todo es una mentira y empiezas a divagar y a creer que estás en el Show de Truman y todo el mundo te esta observando desde fuera y tú, pobre de ti, estás siendo engañado y ridiculizado por tus actos. «Qué pringado, piensa que todo le está yendo bien y no es nada más que un juego«. UN JUEGO.
Sin embargo, no es un juego, es la vida. La maldita verdadera vida que nos atropella un día y al día siguiente nos regala flores. Y a nosotros se nos queda cara confusa y nos consolamos con un «todo va bien». Aunque sea mentira, «todo va bien«. Pero cuando comienza a ir todo bien de verdad, nos cuesta gestionar las emociones, y nos llenamos de inseguridades en la espalda por miedo a que algo ya no vaya tan bien, y entonces, en vez de disfrutar del sonido del río guiado por los rayos del sol, estamos ofuscados en la teoría conspiratoria que el mundo tiene preparada para nosotros. Sé que es difícil plantarnos en el lado positivo después de habernos arraigados en el negativo y vivirlo por costumbre, pero hemos de aceptar que sí, puede que mañana comience a ir todo mal de nuevo, pero en ese instante nos arrepentiremos de no haber creado a partir del optimismo, de no haber exprimido todo el jugo del lado bueno de la vida que nos ha tocado vivir. Igualmente hacemos eso cuando de repente ciertas cosas de nuestra vida alcanzan la cima de la montaña, pero algunas van de capa caída, y en vez de subirnos a la cima y gritar lo jodidamente felices que nos sentimos realizando esos logros, nos caemos con aquellos aspectos que se han precipitado por el vértice de la mala suerte. No es que le pase a todo el mudo, pero estoy casi seguro de que la mayoría de gente se siente de este modo.

Y por eso, me gusta rodearme con gente feliz y alegre, con personas con las que hacer el tonto sea, en ciertas ocasiones, liberador. Con personas con las que dé igual las payasadas que llegues a ser capaz de hacer, que siempre estarán ahí riéndose contigo (o de ti) y te querrán igual o incluso más. Me recuerdan que al final vivir no es tan complicado como parece, que a veces podemos hacerlo simple, llano y divertido. Que hoy pueden ir las cosas bien y mañana que todo se tuerza. Pero si una vez fueron bien, ¿por qué no iban a reconducirse de nuevo una vez se hayan salido del camino correcto? Aprovecha los momentos que te saquen sonrisas, intenta alargarlos; para el tiempo si es necesario justo en ese instante en el que tu corazón se ensanche tanto que vaya a salirse de las dimensiones de tu cavidad torácica, y vive.
Y ojalá vivas riendo.
Sé feliz si las cosas van bien.
Y si no…, pues también.
