He estado reflexionando mucho estos días. En especial, sobre la soledad. Me he preguntado qué es, si la siento alguna vez y cómo la manejo. Hace unos meses, no la gestionaba nada bien en absoluto. Me producía una sensación en el pecho realmente agria. Y a pesar de que estaba rodeado de gente, no era suficiente. El problema estaba en mí. Estaba cambiando. Cambiaba mi forma de ver las cosas, mi manera de hacerlas. En definitiva, estaba cambiando mi vida y no lo llevé bien.
Hace unos meses, volví a saltar y decidí, una vez más, hacer cosas por mi cuenta. Y ahí, sí estaba completamente solo. ¿Sabéis qué? No lo sentí así. Me sentía autosuficiente e independiente. No tenía la soledad en el pecho expandiéndose como de costumbre. Hace casi un mes, empezaba (y está empezando) una nueva aventura. Y han venido unos días grises en los que la soledad se ha instalado de nuevo en mi pecho. Para variar. Sin embargo, hablando con un amigo el otro día, me hizo ver que ahí estaba el progreso. Ni bien ni mal. Simplemente estás. Es un periodo de adaptación. A todo. Incluso a mí mismo.
Ya han desaparecido (casi) esos síntomas físicos de hace unos meses, ya has salido de tu zona de confort, que era lo que querías. Ya estás en el camino. Y en todo camino, encontrarás nubes que, en vez de aclararte, te llenarán de barro. Pero una vez que aclares el barro, habrás conocido otra pequeña parte de ti mismo, habrás aprendido a identificar mejor las emociones y te habrás permitido romper un cristal que te impedía ser tu mismo. Y siendo más tu mismo que ayer, habrás conseguido relaciones diferentes, más sanas y más llenas de momentos.
Pero hay dos opciones, o retrocedes y todo lo que has trabajado lo tiras a la basura o sigues embarrándote hasta llegar al agua para poder zambullirte. La soledad forma parte de nosotros. Es algo humano. Hay días en los que estarás rodeado de mucha gente y te sientas solo y otros en los que estarás completamente sin nadie y te sentirás más acompañado que nunca. Lo bueno es poder gestionar esas emociones y entenderlas para que no se vayan de madre.
Porque como dije una vez, no todo es tan bonito como en las redes sociales. Sigo insistiendo en que os tratéis bien, no se sabe por lo que puede estar pasando una persona, y cada día intento ser más consciente de ello. Estoy aprendiendo a simplificar, a priorizar el sentirme bien y a estar tranquilo. A no dejar que me den a elegir, a decir ‘no’ y a dejar las bolsas en el suelo cuando pesan demasiado.
A veces nos entran las prisas por estar con gente, cuando en realidad, nos tenemos a nosotros mismos. Disfruta de ti, ya vendrán los demás.
¿Te atreves a embarrarte?
Daniel Sánchez.