VIDAS CRUZADAS

A veces la vida puede sorprenderte. Habrá baches, caminos malos y rachas horribles. Pero habrá flores, aire puro, sonrisas, anécdotas y vida. Empezar un camino no es nada fácil. Puede ser cómodo o no. Pero no fácil. En el camino puede haber más o menos piedras, pero sabes que hay un final. No debemos obsesionarnos con la meta. No debemos centrarnos en el final. Está bien tener objetivos, saber qué quieres, pero… ¿Y si llegamos a un punto de nuestra andadura que no lo tenemos tan claro? ¿Y si algo se cruza en algún momento y nos cambia los planes? ¿Y si decidimos dejar un camino para empezar otro? O para empezar varios… Entonces, camina y disfruta de lo que te ofrece dicho camino. Nada más.

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Nos cruzamos con miles de personas al día y no sabemos qué estarán pensando. No sabemos nada de sus vidas. Solo vemos cuerpos que andan, escuchan música o sonríen a un mensaje que les acaba de llegar en el móvil. Estos días he tenido la suerte de conocer vidas ajenas (lo que te permite conocer en un trayecto en metro o unos minutos en el parque). Y ves cómo hay un mundo ahí fuera que está por descubrir. Te vas alimentado de las historias de gente que no conoces. De sus ganas y sus emociones. De su melancolía y de la tuya. En una ciudad nueva donde todo es diferente. Y te enriqueces por el camino y ves cómo hay gente como tú y como hay gente diferente a ti, y que todo está bien. Te enseñan y aprendes. ¿Qué hay más bonito que te enseñen y aprendas cosas nuevas? Al menos para mí, que soy un amante del aprendizaje.

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Empezar a andar es difícil. Empezar algo nuevo asusta, cuesta y a veces quieres echarte hacia atrás. Un niño aprende primero a levantarse del suelo y luego echa a correr. Poco a poco y paso a paso. Con miedo pero emocionado por llegar a alcanzar las cosas de la mesa y ver más allá de lo que gateando podía ver. Nosotros echamos a andar y vamos descubriendo que más allá de lo que ya habíamos visto, hay un mundo entero esprándonos. Más experiencias, más personas, más sonrisas y más amor. Volver a empezar algo que ya creías empezado puede ser emocionante. Es algo similar a cuando subes en una montaña rusa. Subes lentamente y entonces el vagón se deja caer. Hormigueo, gritos, carcajadas. Cierro los ojos. Abro uno. Abro los dos. Despego las manos. Ahora las subo. Grito más. Lo veo todo a cámara rápida. Y bajas diciendo con un brillo en los ojos delatador:

“Otra vez”.

 

Lo bueno de empezar es no saber cuándo vas a terminar. Alarga el camino todo lo que puedas. Sé curioso y descubre nuevos rincones, prueba cosas nuevas y conoce gente. Podrás ver que todas esas cosas que pensabas que eran “raras” te llegarán a parecer lo más normal del mundo. Aprender a convivir con gente de diferentes regiones y contigo mismo. Serás un ciudadano sin ciudad. Ya sabéis, no pertenecerás a ningún sitio en concreto. Pero aún queda mucho para todo esto. Hemos dicho que anticiparse es algo que no hay que hacer. Disfruta el camino y deja que las cosas lleguen. Pero para que lleguen, anda. Es algo así como sin prisa, pero sin pausa.

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Aún queda mucho por andar. Mucho que conocer. Muchas vidas con las que cruzarte…Y mucho que amar.

Vive.

-S.D.


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