Me pasa de vez en cuando que la piel se me eriza. Se me pone de gallina. Conocéis la sensación, ¿verdad? Cuando todos tus sentidos se ponen alerta y tu piel empieza a despertar mientras tú sientes un escalofrío continuo e incesante de pies a cabeza. Poco a poco vas sintiendo cómo cada parte de tu cuerpo se eriza. El vello parece un dominó a la inversa. Hasta que ese escalofrío llega a la cabeza y parece que se congela.
Puede ser el frío, que a veces te pilla sin chaqueta y provoca esa sensación. Otras, la provocan las emociones. El miedo, por ejemplo, es una de ellas. Cuando estamos oyendo una historia mítica de esas que tanto conocemos o una leyenda urbana, estamos sin pestañear, con los ojos como platos. Mientras el final se acerca, empiezas a sentir cómo tu piel comienza a despertar. Y tú empiezas a sentir cómo el miedo se va apoderando de ti, pero ahí sigues, queriendo llegar hasta el final de la historia. Porque sí, porque ya que has empezado, la acabas. ¿Qué pasará?
Ahora os digo… ¿Por qué no aplicamos el miedo como algo motivador en la vida? Si queremos escuchar el final de la historia que nos pone el vello de punta y aun sintiendo miedo estamos ahí para llegar hasta su fin, ¿por qué cuando nos lanzamos al vacío y sentimos miedo abrimos el paracaídas y retrocedemos? ¿Por qué no nos preguntamos qué pasará en ese momento y seguimos planeando hasta llegar al destino que nos depara el motivo de nuestro salto? ¿Por qué no prolongamos el escalofrío un poquito más y nos cercioramos del qué pasara, ya no en la leyenda urbana, sino en la vida real? En nuestra vida real. Que nuestra vida no se considere una leyenda urbana en la que retrocedimos cuando hicimos el intento de cumplir algo en lo que creíamos. Si crees en algo, ve a por ello.

Sin embargo, no solo el miedo es culpable de que la piel despierte de su eterno sueño. Las caricias, el amor y las personas también son culpables. Los besos y las cosquillas pueden mantener la piel despierta durante un largo y placentero tiempo. Y aun así, hay mucha gente que decide ir como si estuviera en un campo de minas. Saltando de excusa en excusa y retrocediendo diez pasos por cada paso que avanza.
«Baila como si nadie te estuviera viendo,
Ama como si nunca te hubieran herido,
Canta como si nadie te oyera,
Trabaja como si no necesitaras el dinero,
Vive como si hoy fuera tu último día.»
Alfred D’Souza.
Algunos consideran que amar aunque te han hecho daño con anterioridad es una locura. Dicen que tienes que ir con más cuidado para la próxima. Y yo, que soy de cantar en la ducha como si ningún vecino ni familia me escucharan, que bailo en la discoteca como si estuviera solo, me pregunto si debo amar a medias. Pero rápido descarto la idea. ¿Qué sentido tiene parar algo que de por sí va solo? Os digo que aunque queráis, esos sentimientos son imparables. El amor es como el miedo. Tú no decides a qué le vas a tener miedo al igual que no puedes elegir de quién te enamoras. Aquellos que aman a medias deciden retirarse de la partida cuando el miedo se asoma por su corazón. Y retirarse en algo que te aporta placer, te provoca sonrisas y, señoras y señores, te eriza la piel, es un fracaso. Porque abandonar aquello que nos hace felices por miedo hará que nunca conozcamos el desenlace de lo que pudo ser y no fue. Y quizá, ese era el desenlace más preciado que podríamos haber vivido con un continuo escalofrío recorriendo todo nuestro cuerpo.

Y es que las emociones, como el amor y el miedo, pueden provocarnos reacciones físicas. Y ahí me doy cuenta de lo importantes que son en nuestras vidas. De los necesarias que son en nuestro interior y exterior. De lo fundamental que son a la hora de tomar decisiones. De salir a explorar y cambiar rutinas. De sentir y vivir.
De disfrutar de cada cosa que la vida te pueda proporcionar. De salir en busca y captura de aquello en lo que hemos creído a lo largo de mucho tiempo. Emociónate cuando tengas que emocionarte; por mucho que reprimas las emociones no te vas a sentir mejor o peor. Celebra lo que tengas que celebrar cuando lo sientas de ese modo. Llora cuando todo parezca derrumbarse; grita cuando quieras maldecir las desgracias. Y ama, ama diferente. Ama de verdad. Sin peros ni excusas. Si alguien te inunda el corazón, deja que se inunde. Quizá pueda llegar a sorprenderte cómo se siente cuando alguien te inunda el corazón. Y sentirás miedo, pero respira y solo déjate llevar. Ya ponemos demasiados límites, no se los pongamos a la felicidad.
En la vida hay carriles que elegir. Decisiones que tomar, personas que descubrir, sonrisas que provocar y sueños que cumplir. Pero si el miedo se pone por encima de las ganas, no seremos capaces de avanzar. No hay que eliminar el miedo, se trata de pasarlo. Pasarlo por encima.
Déjate inundar de amor cuando sientas miedo. Y a descubrir.

-S.D.
Sígueme en:
¡Me encanta! Me quedo con una frase: «Si crees en algo, ve a por ello». Los miedos paralizan, atan, impiden, roban,… Hay que ponerle morro, coger carrerilla y correr lo que se pueda, cada uno a su ritmo, pero siempre hacia nuestros sueños.
Un texto muy motivador, ¡gracias Dani! Un besote grande 😉
Me gustaMe gusta
Exacto. Hay que saltar el miedo e ir a por todo lo que creemos que merece la pena. ¡Muchísima gracias por pasarte y comentar, Patri! ¡Un besazo! 😀
Me gustaLe gusta a 1 persona