En numerables ocasiones he comentado que nuestro mayor problema es esperar. Incluso los impacientes, como yo, decidimos o nos vemos forzados a esperar…
¿A qué?
A la vida.
Y el problema es que no nos damos cuenta que no tenemos que esperar nosotros a la vida, sino que la vida espera a que nosotros demos el primer paso, y que a ese paso, le sigan millones más.

Pero nosotros solemos ir más lentos. Solemos observar y esperar. Y cuando decidimos que no vamos a esperar más es porque nos hemos resignado y hemos olvidado lo que esperábamos. Sin dar un paso hacia el frente. Sin ponernos en la línea de batalla.Y entonces volvemos como un ciclo vicioso a volver a esperar, pero en este caso, esperamos otra cosa. Y así se forma nuestra vida que, a veces, se convierte en días grises donde el sol no asoma por ningún lado. Donde nuestra cara se convierte en el espejo de nuestra alma que acompaña a los días nublados y sin color. Y el caso es que andamos de una forma literal, pero no metafórica. Y para poder avanzar en nuestras vidas y que el sol vuelva a salir dibujando una sonrisa en nuestro rostro, debemos andar metafóricamente.

Y, ¿qué es andar metafóricamente? Pues os lo explico; andar metafóricamente es andar e indagar en nuestro interior. Es hacernos preguntas y responderlas. Descubrimos a nosotros mismos. Querernos. Ir aclarando nuestras dudas y pensamientos más intrínsecos. Llorar y reír. Reflexionar y empezar a saber qué queremos en nuestras vidas y qué no. Sin esperas. Sin perjudicar a nadie y yendo de frente. Sentir a rabiar, y aunque sean sentimientos contradictorios, despejar las incertidumbres. Provocarnos sentimientos, pues como dije una vez, sentir es lo único que merece la pena. Es lo que mueve a la gente y a nosotros mismos.
Deberíamos, y perdón si exagero, haber andado un paso metafórico por uno literal. Es decir, que lo andando físicamente esté al mismo nivel que lo que andamos en nuestro interior. Que se conviertan en pares, o en este caso, en un cuarteto. Cuatro pies; dos físicos y dos espirituales. Que vayan de la mano, o del meñique. Conocernos a nosotros mismos a la vez que conocemos mundo. Sin esperas. Con algunas pausas ligeras de vez en cuando, pero sin esperas largas y angustiosas.

El caso es que si seguimos esperando a algo tan grande, magnífico, impactante, bueno, bonito y barato, no vamos a crecer como personas. Nadie va a venir a regalarnos algo sin esfuerzo. No va a ir nadie a la cafetería mientras te tomas un café a darte un sobre con tu mayor sueño. Nadie va a ir a decirte la clave ni el atajo para la felicidad mientras estás sentado dando sorbos a ese café. Mientras esperas la vida… A que pase. Y mientras tanto, la vida te grita y suplica que te levantes. Que des un golpe a la mesa y tires la taza al suelo. Que cojas lo primero que tengas a mano y empieces a andar. Que te muevas. Que corras. Que saltes. Que llores. Que respires. Que descanses. Que te des caprichos. Que te sientas libre. Que ames. Que te conozcas. Que vivas. Que la vida no espera. Que sin prejuicios dejes hacer a la gente lo que más le plazca y que sin pensar en lo que la gente diga, hagas aquello que sientas en ese preciso instante. Que ya hay demasiados límites. No limites tus ganas ni tus sentimientos.

Y cuando consigas andar de forma espiritual y física a la vez, cuando consigas encontrarte y ser capaz de volverte a perder para volver a encontrarte. Que consigas caer mil veces y aun así arrastrarte pare levantarte. Solo entonces sabrás que vivir va más allá de lo que vemos en el mundo en el que vivimos. Que hay cosas que solo podemos sentir y nunca ver. Y que eso tiene más valor que lo que el mundo nos puede ofrecer. Y es lo que nosotros podemos ofrecerle a él. Porque el mundo se mueve a través de los sentimientos. Nosotros movemos el mundo. Porque los sentimientos son tan poderosos y tan fuertes que son capaces de engañar a la razón. ¿Y qué hay más poderoso que algo que engaña, en ciertas ocasiones, a nuestros pensamientos?
Recuerda que por mucho que andes en el mundo, no llegarás más lejos si tu corazón aún se encuentra en el punto de salida. Haz de tu mundo físico una metáfora sin levantar los pies de tierra firme.
Usa los pies para caminar y el corazón para descubrir.

-S.D.
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«Descubrimos a nosotros mismos. Querernos». Has dado en el clavo Dani, ese es el principio de todo. Por difícil que sea, es fundamental.
¡Un besote grande!
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¡Lo mismo pienso yo! Debemos conocernos y querernos. ¡Gracias por pasarte! ¡Un besazo! 😀
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