EL BESO

Últimamente estoy siendo testigo de gente que tiene falta de cariño. Y hablo de cariño amoroso, y aunque no lo admitáis, lo sabéis. Incluso yo me he encontrado en esa situación. No es que haya sido infeliz, que no se malinterpreten mis palabras. Soy feliz, estoy emocionado por este año y todo lo que me espera (que espero que sea buenísimo), pero ya sabéis que a veces la nostalgia invade nuestro corazón, y hay días en los que te sumerges en un buen libro donde el amor es protagonista y te entran ganas de sentir eso por alguien. Algo más allá que la amistad. Algo que, a veces, supera los límites.

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Dos tipos de gente son los que forman este grupo de nostálgicos. Están los que llenan ese vacío con besos que aún están más vacíos buscando labios por doquier. Sin embargo, tenemos también a los que se refugian en ellos mismos y se mantienen ocupados en su quehaceres.

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Yo soy de los que se mantienen al margen. De los que se refugian en su nostálgico corazón. De los que sirven una sola taza de café y de los que abren libros en busca de aventuras alternativas. Y es que nunca he sido partidario de los besos vacíos. Porque un beso debe estar lleno. Lleno de sentimientos, de poder, de amor, de sensaciones, de sabores, de frescura, de vida. Los besos tienen que explotar en nuestros labios sabores contradictorios, sentimientos que puncen el corazón. Deben transportarnos a un universo en el que sólo se encuentren dos pares de labios. Un beso debe ser aquello que quieres explicar y no puedes. Un beso debería terminar diciendo: “No ha sido un beso. Ha sido EL BESO” o si quieres ser más conciso con un: “GUAU”.

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Y es que ese beso debe infundir pasión y alegría. Debe infundir tranquilidad y emoción. Debe curar todos nuestros males internos y más. Debe hacernos levitar y hacernos sentir como si camináramos en una nube. De esas que los pájaros son tan privilegiados de atravesar y sobrevolar. Sí, un beso debería ser como una nube. Libre, blando, y que te haga sentir como en el cielo. Como si estuvieras en el paraíso. Como un buen libro que no quieres que termine nunca y empiezas a ralentizar el ritmo porque así piensas que nunca se va a terminar. Y una vez terminado, lo quieres volver a leer, una y otra y otra vez… Lo mismo pasa con los labios que tienes enfrente. Los quieres leer tantas veces quieras. Conocerlos de memoria y que nunca se separen de los tuyos. Y ya que estamos, un beso tendría que ser como un tango: lento, sensual y que haga falta dos personas bien juntas para hacer de ese baile historia.

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Un beso nunca debería estar vacío, y menos el corazón. Porque al igual que un beso tiene que estar lleno de sensaciones que jamás soñaste sentir, el corazón, en estas circunstancias, tiene que estar lleno de sentimiento. Y no estoy juzgando a los que intentan llenar vacío con más vacío, porque ya no me va eso de juzgar ni guardar rencor a la gente que besa sin sentir y no busca aventuras ni sensaciones en un beso. Los labios son historias que se transmiten, ya no solo con palabras, sino con los famosos besos. Y es que no sé qué ha pasado para que el rencor haya desaparecido de mi vida.

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Quizá, haya sido un beso. Perdón, EL BESO.

-S.D.


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8 Comentarios

    1. ¡Muchas gracias! Cada beso es diferente porque cada persona es un mundo. Y sí, a todos nos pasa que a veces queremos olvida algunos… Pero pienso que si algún día hemos dado esos besos fue porque lo sentimos así en algún momento y de eso no hay que arrepentirse.
      ¡Gracias por comentar! ¡Un saludo! 🙂

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