MAGIA

Dicen que la energía ni se crea ni se destruye sino que sólo se transforma. Y a mí eso siempre me ha sonado a magia… Porque, ¿qué es la magia sino transformar algo ordinario en algo extraordinario?

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Cuando era pequeño creía en la magia. En la magia sobrenatural, en poderes, en hadas, en sirenas y dragones. Creía en los polvos mágicos que al esparcirse en el aire te hacían estornudar y luego sumergirte en un sueño profundo. Creía en muñecos que hablaban y en fantasmas. Creía en los milagros y en los deseos. Creía en los conjuros y hechizos. Creía en la magia como todo el mundo la ha conocido.

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Pero los tiempos cambian y nosotros crecemos. Sin embargo, sigo creyendo en la magia, pero de una manera diferente. Ahora creo en la magia de los sueños y en la de la superación. Creo en la magia de quererse a uno mismo, en la de la autoestima. Siempre me han dicho que tengo la autoestima alta. Que me quiero y que eso es bueno. Pero nunca se han dado cuenta que las palabras se las lleva el viento y que yo ya puedo decir misa, que la realidad es muy diferente.

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La autoestima es algo fundamental en cada uno de nosotros. Si que es verdad que hay gente que la tiene demasiado alta, y yo pienso que debe haber un grado intermedio para ello. Yo siempre he sido de no pensar en mis puntos fuertes ni débiles. Cuando eres pequeño, al menos a mí, eso no me importaba. Ahora pienso que me hubiera gustado disfrutar más de esa etapa, de ser inocente, inmaduro e ignorante. De esos días de hadas y dragones, de hechizos y palabrería con rima.

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Y es que a veces no nos queremos ni nos valoramos lo suficiente. Nunca he sido de valorar todo lo que he logrado porque siempre lo he visto como un deber más que como un logro. Pero el otro día pasó algo. No hablo de algo en concreto. Sino de algo que pasa en tu interior y parece que te vayas a comer el mundo. Un “click” en tu cerebro o en tu corazón. Un “click” que activa tus agallas y tu autoestima. Activa la magia que hay en tu interior haciendo que brilles por ti solo como si un montón de luciérnagas estuvieran volando a tu alrededor. El otro día podían decirme que tenía la autoestima alta que esa vez, sí que era verdad.

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Y es una sensación que te hace sentir como que estás apunto de explotar, pero aún no explotas del todo porque el detonante está por llegar. Sin embargo, las arrugas de tus ojos van notando ya la felicidad de ese sentimiento. Y ahí es cuando sonríes, cuando empiezas a quererte y cuando tu autoestima sube. La felicidad eres tú. Y cuando te das cuenta de que tu seguridad se afianza en tu corazón y se agarra tan fuerte que difícilmente podría ser arrancada, ahí te das cuenta de que eres feliz de verdad. Porque la autoestima es lo último que debe perderse. Sin autoestima, no eres nada. Así que sacude todo lo que puedas, menos tu autoestima. La que crea magia.

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Por eso, sigo creyendo en los deseos, pero esos que se piden soplando las velas de cumpleaños, tras tomarte las doce uvas, a estrellas fugaces o a la luna llena. Sigo creyendo en la magia de las luces. Luces que aparecen en el cielo por la noche iluminándolo mágicamente. La luz de la luna que entra por la ventana de tu cuarto iluminando las paredes y tus sueños. Se trata de una magia interior que te hace sentir más tranquilo y pacífico, como ese espasmo de algún músculo. Primero te sobresaltas, pero una vez que conoces su procedencia, es un alivio.

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Con los años he ido aprendiendo que la magia existe… Por ejemplo, la magia de la inspiración. Cuando menos te lo esperas, y a horas intempestivas, te viene una idea a la mente y empiezas a teclear de una forma insana para crear un texto. Un texto que sale de tu interior. Tecleas para crear magia. ¿Y qué hay del amor? Eso también es magia. Un amor recíproco y sano. La magia de un beso y una sonrisa o viceversa. Eso es magia.

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Magia es sentir cómo alguien pone mariposas en tu estómago. Magia es sentir de verdad. Es ir entre mariposas de primavera volando alrededor tuyo y caminando por la blanca nieve del invierno. ¿Y es que hay algo más mágico que alguien te haga sentir como si estuvieras en dos estaciones del año a la vez? Magia es ese beso que se vuelve incluso más mágico que la propia magia porque ha sido capaz de parar el tiempo, de poner los coches que pasan por la carretera a cámara lenta, de que los copos de nieve caigan delicadamente sobre tus hombros, de que la ciudad se quede muda, de que el frío desaparezca por un momento y la gente desaparezca de la faz de la tierra… Y es que ese beso ha hecho que las mariposas de tu estómago se queden atónitas en su vuelo, de que estrellas que habían perdido su brillo vuelvan a recuperarlo.

Pero pensándolo bien, no es el beso el que hace magia. No es el beso el que consigue controlar el tiempo, ni la movilidad de los vehículos, ni el revivir de las estrellas, ni de eliminar a la raza humana por una milésima de segundo… Porque quien de verdad hace magia es la persona cuyos labios encajan con los tuyos en una noche de invierno.

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Y es que creamos magia todos los días sin saber lo que estamos haciendo en realidad. Cuando estamos con alguien y nos reímos y hacemos reír. Cuando conocemos lo que es la paz interior. Cuando perdonamos y olvidamos el rencor. Eso es magia. Porque estamos hechos de energía y a su vez tenemos energía pura rodeándonos todo el tiempo. Porque si pensáis bien cómo venimos al mundo y cómo nos vamos, vemos o podemos verlo como una transformación continua. Y ya no sólo una transformación física sino espiritual. Porque nuestra forma de pensar cambia conforme pasa el tiempo. Porque aprendemos y maduramos. Porque empezamos a darnos cuenta que no hace falta recitar un conjuro para crear magia porque aprendemos que la magia es hacer sonreír a alguien, dar las gracias, perdonar, soñar y querer. Porque aprendemos que la magia es más fácil de lo que creemos. Que la magia de este mundo está al alcance de todos. Que la magia, señoras y señores, existe y está en nosotros.

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FOTOGRAFÍA: Miguel Ángel Hernández y Alicia Sánchez.

-S.D.


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