A MIS AU PAIRS PREFERIDOS

​Hace casi un año decidí arriesgar. Nunca he sido de grandes riesgos, pero hace casi un año, decidí marcharme de una semana a otra. Y decidí venirme de Au Pair a París. Sí, de Au pair, de eso de lo que tan mal hablan, de los reportajes de explotación (creeros todo lo que os cuenten sobre esto. Tanto bueno como malo). En julio de 2016 terminé una etapa de cuatro años: la universidad. Terminé filología inglesa y en agosto de ese mismo año, me adentraba en la ciudad de la luz. Con mucho miedo, muchas ganas, mucha incertidumbre y mucha alegría metía mi vida en una maleta de veinte kilos y me tragaba cada miedo que me provocaba dudas.

Llegué perdido, perdidísimo a esta ciudad. Una ciudad que me parecía enorme, con metro. Donde no sabía el idioma, donde la gente era muy diferente. Llegué arriesgando, sin saber lo que me iba a encontrar, con pájaros en la cabeza, esos que tiene todo el mundo. Vocecillas ajenas que te dicen: Se va a volver pronto. Va a venir antes de tiempo. No va a durar allí. Y era gente que lo decía desde el sofá de su casa sin haber vivido fuera nunca ni esta experiencia. Os mando un beso a todos desde el corazón. Llegué sin conocer a nadie, sin familia, sin amigos, sin casi el idioma. Sin haber estado en una ciudad grande más de cuatro días. Con veintiún años y recién graduado. Como casi todos, supoongo.

Me costó dos intentos coger el metro y dos días hacer amigos. Me ha costado malas rachas, he llorado mucho, he echado de menos, he dicho “a tomar por culo, me vuelvo”. He reído, bailado, vivido de verdad. He sentido mucho, muchísimo. He hecho planes nuevos, he vivido experiencias inolvidables. He conocido a uno de mis escritores favoritos, he conocido a gente que me ha abierto un mundo entero. Que ha sido roca donde agarrarme, pañuelo donde llorar y locura para reír.

 

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Gracias a C por ser guía en mis primeros días aquí, que no me aclaraba con el metro, ni con las salidas, ni con las paradas. Con nada, vaya. Gracias por ser tan buena con todo el mundo, pero no abandones tus sueños, recuerda quién fuiste. Gracias por acogerme tan rápido y con una sonrisa.

Gracias a L por ser mi compañera de borderías, por ver que la gente fuerte también cree en el amor, gracias por esos primeros meses. Y por acompañarme en ese simulacro que tanto miedo nos dio. Nos vemos en Valencia o en Elche… ¿O en París?

Gracias a AN por llenar estas experiencias de energía y locura. Por intentar animarme y por ser mi compañera de lágrimas en las noches en las que nos hacían un poquito de daño. Sigue con las ilusiones tan altas como siempre. No cambies, aunque te hagan daño.

Gracias a V por aparecer en el frío de París para entrar un poco en calor. Por intentar ayudar a todo el mundo, por tus inquietudes, por ser culo de mal asiento. Vive, arriesga y enamórate que no es tan malo. Gracias por abrirme tu corazón a ti también. Y porque a pesar de que llegaste después y te pude ayudar a orientarte, creo que a día de hoy me has ayudado tú a mí más que yo a ti. Eres capaz de hacer todo lo que te propongas porque tiene un corazón lleno.

Y por supuesto, gracias a A. Tú, tú y tú. Mi Lady Gaga favorita. GRACIAS. Gracias por estar siempre ahí, por recogerme cuando estaba hundido, por llorar conmigo, por todo. Gracias por esas tardes en el Costa comiendo como si no hubiera mañana. Por los crepes, por nosotros. Por los sueños. Por hacerme ver cosas que no hubiera sido capaz de ver sin ti. París y esta experiencia me ha hecho crecer, pero he exprimido al máximo esta aventura gracias a ti. Sigue como hasta ahora, gracias por tus consejos. Gracias por rescatarme cuando andaba perdido. Gracias por ser pilar en el que sujetarme, espero haber estado a la altura. Un millón de gracias. Estoy seguro que te va a ir todo genial. Nos vemos pronto.

Gracias a todas por compartir esos momentos en los que queríamos tirar la toalla, gracias por ser familia, porque hemos sido eso, una familia. Con nuestros piques, nuestras lágrimas, nuestras fiestas, nuestras meriendas. Quejándonos de las familias en las que trabajamos, de cómo nos sentíamos mal si comíamos mucho, de robar comida a hurtadillas, de las malas contestaciones. De entrar en casa de madrugada de puntillas y de cómo nos despertaban con gritos a las siete de la mañana un sábado. De cómo nos miraban mal si llevábamos el pijama todo el domingo.

-¿Estás malo?

+No, señora, no estoy malo. No me quito el pijama porque no me sale de las narices.

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Pinterest.

Cómo hemos hecho milagros con el sueldo y no hemos muerto en el intento. Cómo me han clavado cinco euros por una Coca-Cola y un riñón en la peluquería. Gracias a mis Au Pairs preferidos por compartir las peripecias que teníamos que hacer en las casas. De encontrarnos la casa patas arriba, de ver que han entrado en nuestra habitación, de preguntarnos si las familias se pensaban que nos alimentábamos del aire. De fiestas parisinas, de darlo todo con una canción en español, fuera la que fuere, de bailar en la misma puerta del local con “Gasolina” prendiendo todos los motores. De lágrimas, de contarnos con brincos nuestros nuevos amoríos y con lágrimas nuestros desamores. Gracias por hacer de esta experiencia magia, porque sin vosotras, no podría haber sido la persona en la que me he convertido. Gracias por ser familia, por ayudarme cuando lo he necesitado. Porque al fin y al cabo, los Au Pairs estamos vendidos, ya sea en París como en nuestro caso o en cualquier sitio. Hemos formado una familia, no de sangre, sino de sentimiento. Os llevo siempre, con París, en mi corazón. He conocido a gente de todo tipo a lo largo de este año, con la que he terminado bien y con la que he terminado mal, pero a pesar de lo malo, me quedo con todo lo bueno.

Y por supuesto, gracias a mí, por haber soportado risas cuando he pronunciado mal la “e” en francés, por malas miradas en el metro al hablar español y por los empujones que me he llevado. Por ser capaz de vivir en una familia ajena durante diez meses, por vivir París en invierno. Por haber mejorado como persona, en el idioma y en mi forma de vida. Y por preguntas como: «¿Eres Au Pair siendo chico? ¡Qué raro!» y «¿Eres su padre?«. Sin embargo, también por las risas cuando nos han dicho: «¿Español? ¡Caliente!«. Cuando hemos visto a músicos tocando canciones en el metro que nos han animado la vuelta, los espectáculos callejeros, las luces de la Torre Eiffel, lo bohemio de Montmartre y millones de cosas que no sería capaz de escribir en un post.

Agradeceros a todos vosotros por haber llegado hasta el final. Lo hemos logrado… ¿Qué será lo próximo? Au Pairs, somos valientes, por todos y cada uno de nosotros. Vamos a comernos el mundo. Mucha suerte.

Y sí, se pasa mal, pero es una experiencia inolvidable. Lo bueno compensa todo lo malo que entra en nuestras vidas. Lo prometo.

Todas las experiencias que hemos ganado, ya sean buenas o malas, siendo Au Pair y viviendo en París nos han hecho crecer muchísimo como persona.

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Pinterest.

A París vine a hacer tres cosas: mejorar el francés, enamorarme y a escribir.
Mi nivel de francés ha aumentado, me he enamorado, pero no de la manera convencional y por fin terminé de escribir mi primer libro y ya llevo la mitad del segundo. Vine a buscar un poco de felicidad. Y me voy con el corazón lleno de ella y una maleta llena de recorrido, de personas, de sentimientos y de vida.

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Fotógrafa: Cristina Martel.

 

Daniel Sánchez.

 


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10 Comentarios

  1. ¡Me encanta! Te encontré por la página de facebook de españoles en París y me ha gustado mucho el post. Es realista en la ciudad en la que todo parece ser de color rosa… Espero leer más de ti y que llegues tan alto como quieras.
    Marta

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