ENSEMBLE

Hoy (el día en el que se está escribiendo no publicando), he visto una obra de teatro llamada ENSEMBLE. Una obra con la que me he reído, la que me ha puesto la piel de gallina y me ha hecho llorar.

Algo así como la vida.

-Dani, tengo entradas para una obra que ha tenido mucho éxito en Francia -me comentaba mi amigo al otro lado del teléfono-. ¿Te vienes?

Así comienza el sábado tarde mientras me tomaba un chocolate caliente con galletas de canela en Le Fumoir. A las 20:30 llegué a la parada del metro Gaité y esperé a mi amigo hasta las 20:50.  Yo ya me había adelantado y había pedido las entradas al chico de la recepción. Entramos a la sala de Le Petit Montparnasse y nos acomodamos en las butacas rojas. Luces apagadas -excepto las del escenario- y acción.

«No me voy a enterar de nada» era lo único que pensaba. Pensaba y me equivocaba porque excepto unas cuantas expresiones que no conseguí descifrar, me enteré de todo. Y así fue cómo la obra me arrancó carcajadas y lágrimas, y no solo a mí, sino a más de un espectador. Y de dos. De esa forma fue cómo me recordó a la vida. En cómo mezclamos comedia con drama. En cómo sentimos y en cómo estamos tan vivos por dentro y por fuera, pero más por dentro: nuestros pensamientos internos, nuestras dudas, nuestros miedos, nuestras ganas, las personas a las que queremos; todo esto está dentro de nosotros mismos y se nos pasan mil pensamientos o más en la cabeza que hacen sentir al corazón y funciona en nuestro interior.

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Desde que comenzó la obra con risas, pasando con la piel de gallina por el nudo hasta llegar con lágrimas al desenlace, se me pasó por la mente nuestra infancia llena de juegos e inocencia, llegando a la adolescencia con mil dudas, sentimientos encontrados y las hormonas revolucionadas hasta nuestra edad adulta donde tenemos que aceptar pérdidas. Y cómo en esa trayectoria hay vínculos que se alejan y otros que se estrechan. Y cómo esos que se alejan puede estrechar lazos de nuevo.

Pensé en la familia, en cómo no la elegimos, pero cómo la queremos y pienso -a las 02:35 de la madrugada en un bus de camino a casa con un señor que está tocando la guitarra- en cómo muchas veces podemos sentirnos fuera de lugar y a veces nos distanciamos de familiares por el motivo que sea, pero cómo se nos encoge el corazón ante una mala noticia y en cómo solemos estar ahí haya pasado lo que haya pasado, en cómo el lazo familiar -abarcando familia de sangre, amigos, parejas, mascotas. Abarcando cada una de las personas que sean nuestra familia. Porque familia, para mí, va más allá de compartir grupo sanguíneo- tiene una fuerza bruta e inexplicable que finalmente nos hace estar siempre juntos.

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También pensé- son cosas que no tienen que ver con la obra, pero una vez que mi mente se activa no puede parar-, en lo alegres que estamos un día cualquiera y lo tristes que podemos estar al día siguiente. Pensé en los extremos. A veces, no es necesario sonreír. Muchas veces simplemente queremos tirar la toalla. No tenemos que ser siempre valientes porque quizá queramos ser cobardes por un día, o dos… Porque se nos viene el mundo a los pies y no tenemos fuerza para levantarlo. Y no pasa nada. Simplemente pasa. Y habrá veces que no quieras reírte, simplemente porque no te apetece. No pasará nada porque llores un día o varios. ¿Por qué asociamos llorar con la infelicidad? Quizá sea un mal día -o varios- y eso es todo.

Quizá un día empieces riéndote y acabes llorando, como yo con la obra de teatro. Y es que a mí siempre me han gustado los sentimientos encontrados, las dudas. Siempre me ha gustado pensar mucho y los extremos; me gusta todo aquello que me provoca emociones contradictorias y opuestas. Me gusta la gente que es capaz de provocarme eso. Algo así como un quiero y no puedo, pero no exactamente. Alguien que consiga emocionarte de todas las maneras existentes posibles. Alguien que te aporte sentimientos distintos y que solo esa persona, solo una, sea lo suficiente para culminarlos. Alguien que sea teatro: intenso, emotivo y que te provoque todo lo posible. Porque al fin y al cabo, te quedas con quien te traiga todo tipo de emociones.

Alguien que te haga sentir…

vivo.

Porque la vida es vida cuando tristeza y alegría

te complementan como persona.

¿Para qué elegir un color cuando tienes millones

con los que colorear tu aventura?

Pues lo mismo,

pero con las emociones.

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Daniel Sánchez.

6 Comentarios

  1. Qué bonito, Dani. Efectivamente, creo que se le ha quitado valor a nuestro derecho a tener días malos, cuando es precisamente en el contraste donde podemos ver cuánto brillan los días buenos. Sigue escribiendo, ¡un abrazo!

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